Salvaje como el monte, bucólico como el
río, entre chopos que tejen su alfombra verde, amarillos, lilas. Bosque lluvioso,
silencioso, húmedo, perfumado de vida.
Animales escondidos, soñados, adivinados
mientras se esconden en sus refugios húmedos y calientes, con la sabiduría del mundo en
sus pequeños cerebros, cubiertos de seda y plumas de colores.
Pueblo viejo, tranquilo, dormido y curioso,
amable y huraño, que se esconde entre piedras y montes. Antiguamente limpio. Mapa
celeste clarísimo, brillante.
Guerreros dormidos en sus tumbas abiertas a
las miradas curiosas y excitadas de los descubridores y viajeros.
Caños de agua fría, abundante y limpia;
regalo de Dios. Calles empedradas piedra a piedra. Voluntad, trabajo sin descanso, por
antiguos moradores alegres, pensando en un futuro-pasado.
Se te adivina de lejos, aunque no te dejes
ver con facilidad. Tan cerca y tan lejos del ruido, la crispación y los problemas
urbanos.