.
|
Cada clan tiene su grupo de jóvenes
kelatzaráis. Cuando llega la primavera, Kelatza se prepara para la gran fiesta donde se
forman los nuevos guerreros kelatzaras. Los jóvenes kelatzaráis, acompañados de los
niños, salimos al monte a cortar los mejores pinos y los traemos a brazo. Vamos al
tejadal y cortamos ramas de tejo para adornar los pinos. Para nosotros el tejo es sagrado,
es un símbolo de lucha. Con él hacemos nuestros arcos y flechas y es parte importante en
las ceremonias. Cada clan monta su arco con pilastras de pino dobladas por sus puntas y
atadas formando un arco y adornándolo con ramas de tejo. En la Plaza de Kelatza, todos
los clanes traen gran cantidad de leña, para la gran sagata de la noche y montan cuatro
grandes arcos juntos para la danza final de los kelatzaráis.
|
Cada clan se reúne bajo su arco de pino
y tejo y los jóvenes kelatzaráis danzan dando saltos al son de la flauta y el tambor.
Cuando llega la noche, marchan en columna precedidos por el flautista y el tamborilero
camino de la plaza, seguidos por todo el clan: hombres, mujeres y niños, cogidos de
la mano.
|
A mi columna
le hemos puesto el nombre de Ur (agua). Al llegar, todos los clanes y columnas, nos
reunimos alrededor de la gran sagata. Bailamos y cantamos haciendo círculos en torno al
fuego. Cuando éste se convierte en ascuas, el Chamán toca la dula. Todos callamos. Es en
ese momento cuando los jóvenes kelatzaráis nos preparamos para pasar descalzos por
encima de las ascuas. Ses (toro) es el primero en pasar, lo mismo hacen los demás, yo
trago saliva y también paso, piso fuerte las ascuas para no quemarme. Mi primo Aber
(honda) y otros tres, no se atreven, son demasiado jóvenes. Este año no podrán ser
guerreros kelatzaras. Bajo los cuatro arcos, ocho adultos y fuertes kelatzaras sostienen
con sus hombros una tarima de madera; a mí me toca danzar encima de ella: es el honor que
nos corresponde a mi columna y a mi clan por haber montado el mejor arco de pino y tejo.
Se hace un gran silencio, bajan la tarima y subo encima, me elevan hasta sus hombros y
empieza a sonar la flauta al tiempo que canta la sorguiñandia (sacerdotisa) de Kelatza.
Mientras ella canta, bailo la danza de la guerra. Cuando termino un silencio de emoción
lo envuelve todo. De pronto gritamos: ¡Rejiji, rejiji!. Ya somos guerreros
kelatzaras.
¡Vivan los
kelatzares!
Vicent Navarro.
|