Mañana voy al Templo de la Diosa Epona (el caballo) y tú vendrás conmigo. Ya sé
que nunca has estado allí, pero no importa. Te describiré el lugar. Está
situado, como ya sabes, en los Villares; iremos por el camino de las Nogueras que va al
Valle y antes de llegar a las tumbas de los antepasados, giraremos a la derecha. Pasaremos
el muro de piedra, y subiremos hacia la montaña. Entre unas piedras en una pequeña
explanada está la entrada de la cueva.
Nos pondremos nuestras abarcas de esparto, pintaremos nuestros rostros con ceniza y
diremos palabras que sean del agrado de los espíritus en todas las direcciones.
Entraremos en el Templo con respeto, por ser lugar sagrado venerado por nuestros
antepasados. En un pequeño altar está la diosa y alrededor las urnas cinerarias con
figura humana. Colgadas de paredes y repartidos por los altares están los exvotos, que
pueden ser de cerámica, piedra y cera; lo que más hay son manos y pies, que es la
petición de curación más frecuente.
Pero tú y yo llevaremos un exvoto especial. Será un círculo con muchos brazos, que
representará a nuestra tribu y pediremos a la diosa que nos conceda la fuerza y
constancia que nos permitirá seguir siendo un pueblo, tener nuestras costumbres y seguir
amando esta tierra que nos vio nacer.
Realizaremos el rito del fuego quemando en el altar pequeñas astillas de madera de
carrasca y tejo, y cuando hayamos realizado nuestras oraciones volveremos a la aldea donde el mundo romano lo impregna
todo: los nombres de las personas, la agricultura, laconstrucción, la forma de hablar y
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nuestras tradiciones. Su cultura tiene una fuerte personalidad y si se ha
impuesto en todo es porque en realidad no es tan distinta de la nuestra. Es mediterránea,
con un fuerte componente griego igual que nosotros. No me importa demasiado que
todo cambie algo, lo que sí me molesta es el estado de la tribu. Los jóvenes ya no
quieren quedarse en nuestra aldea, prefieren marcharse a Saitavi y Edeta. Algunos lo hacen
a Egelaxta o Kelin. Todos en busca de una vida mejor, y aquellos que quedan lo intentan
todo para salir adelante.
Nuestro sistema de agricultura habría que mejorarlo; potenciar nuestras
posibilidades en ganadería, reformar nuestras construcciones y enfocarlas hacia algo más
rentable. Hay patricios romanos que vendrían a nuestra aldea: tenemos aire puro, buen
agua y excelentes paisajes. Hay que dar a conocer nuestra aldea, conseguir que vengan a
visitarnos, que compren en nuestras tiendas y alquilen nuestras casas. Y que disfruten con
nosotros de cuanto nos rodea, quizás así nos demos cuenta de todo lo que tenemos.
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